Desde algun tiempo y desde diversos medios venimos escuchando que estamos viviendo una crisis sin precedentes; que es un momento histórico, que segun algunos marca el verdadero inicio del siglo. Se nos habla de «un nuevo mundo», que «nada será como antes»… Pero, ¿qué significa esto para los unos y para los otros? A saber, si la gente va a decirse «rápido, volvamos a nuestros hábitos, a la normalidad» o al contrario, «reflexionemos sobre lo que acaba de suceder e imaginemos quizá otra manera de funcionar?». Difícil saberlo.
Partiendo de recientes acontecimientos ocurridos entre comunidades indígenas kichwa que habitan a orillas del río Bobonaza, en la provincia de Pastaza, intento generar unas primeras reflexiones para abrir algunas trochas y descubrir posibles respuestas a estas preguntas.
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Retrospectiva desde la creciente del Río Bobonaza en la Amazonía ecuatoriana
En medio de la crisis sanitaria del covid-19, desde la madrugada del 17 de marzo, intensas lluvias hacen crecer el río Bobonaza, un afluente del río Pastaza, en la Amazonía ecuatoriana. Poco se nota la creciente en la comunidad de Canelos, ubicada a 15 km del Centro Sacha Warmi, ubicado a altura de las cabeceras del Bobonaza. Es más río abajo de Canelos, cerca de 1 hora en canoa, que las cosas se tornan preocupantes. A partir de las 6 de la mañana la creciente comienza a llegar a las primeras casas habitadas y a inundar las chacras (huertas) de la comunidad de Pakayaku. Al medio día, la creciente había destruido los puentes metálicos colgantes, ubicados a unos 15 metros encima del cause del río y cubría la antigua pista de aterizaje, mientras los plátanos y la yuca de las chacras cercanas al río estaban doblados bajo el agua y cubiertos por el lodo. Por suerte era de día y las familias más vulnerables tuvieron tiempo de organizarse para resguardar su vida. Mientras tanto el río seguía llevándose gran parte de las ollas y enseres, los machetes y herramientas, las botas, la ropa, las cobijas, en fin, todo lo que había en las casas y cocinas, o sea los pocos bienes materiales que poseen las familias indígenas kichwa. La misma situación se reproduce poco tiempo después, río abajo, cuando la creciente llega a las comunidades de Sarayaku.
La respuesta de Sacha Warmi al llamado de Pakayaku
El 18 de marzo recibimos el mensaje de Pakayaku pidiendo nuestro apoyo . El mismo día, hacemos un primera llamada de apoyo entre un pequeño grupo de amigos, para poder atender las necesidades más urgentes de los damnificados en Pakayaku. EL día 23 de marzo, después de haber recaudado un poco más de $2000, podemos enviar 500 mts. de plástico, para levantar carpas, y 1000 mts. de manguera de agua para intentar restablecer partes del sistema de agua destruido por las palisadas que bajaron desde los varios riachuelos y esteros que desembocan en el Bobonaza. El 6 de abril, hicimos un nuevo envío de más plástico y víveres [arroz, sal, aceite, enlatados]. Empero, el día siguiente que viajamos a Pakayaku, viendo cómo están las cosas, nos damos cuenta que la situación es complicada, particularmente en cuanto la posibilidad de restablecer el sistema de agua, que requiere mayores recursos técnicos y financieros.
El 3 y el 7 de abril volverán a producirse nuevas crecientes del río Bobonaza, no tan dramáticas como la primera, pero tan reales que la gente comenzo a preguntarse sobre las razones que podían estar al origen de aquellas crecientes, que nadie parecía haber visto antes. Entre las cosas que escuchamos, se decía: «es porque han cortado los arboles en las cabeceras del río Bobonaza, es por el cambio climático«. Otros que «Dios nos manda un aviso, quizá porque debemos construir nuevas casas, hacer un pueblo nuevo«. Otros que «el Dios del agua -Tsumi- está enojado porque no hacemos caso a lo que decían los mayores para cuidar su mundo». Otros, desde el dicho no hay mal que por bien no venga, que «la creciente trajó vida a las tierras cansadas». Cual sea la razón, en la comunidad de Pakayaku la creciente del río Bobonaza ha generado tanto sino más preocupaciones y reflexiones que la crisis del covid-19, que felizmente, hasta donde sepamos, todavía no ha llegado a las comunidades que viven a las orillas del río Bobonaza. Una de estas reflexiones la comparte Pakayaku el 4 de abril en su página Facebook: «El pueblo guerrero, que hasta hace poco no se conocía en la ciudad (Puyo), a raíz de la catastrofe que acabamos de vivir, se decidió que la comunidad salga a la luz…para mostrar su lucha, su vida, su cultura y su fuerza«.
El Covid-19 en la Amazonía ecuatoriana
De todas las amenazas que hoy enfrentan los pueblos indígenas en la Amazonía, el corona virus, si entrára a sus territorios, podría ser la peor. Frente a esta posibilidad, la pregunta es qué hacer, para no solo prevenir o evitarlo, sino para protegerse y prepararse. De antemano, sabemos que poco o nada se puede esperar del sistema de salud pública en la Amazonía, que no parece estar en condiciones de hacer gran cosa. Por otro lado, todavía existe poca información y comprensión entre las mismas comunidades indígenas sobre la realidad y letalidad del virus. La teoría germinal todavía no ha sido plenamente integrada en la mente de muchas personas. Llevar mascarilla y lavarse las manos con jabón cada 20 minutos son medidas poco realistas y aplicables en las comunidades, en la medida que no hay las famosas mascarillas y el jabón para muchos es un producto escaso. El aislamiento voluntario es sin lugar a duda la medida más eficaz y entendida para la gente. De hecho, muchas familias kichwa ya se han retirado a sus «purinas», lugares alejados de las comunidades, más adentro de la selva, donde la gente suele ir durante las vacaciones escolares u en otras circunstancias, donde tienen un tambo y hay recursos para alimentarse y vivir tranquilo.
OMS, Alma Ata y las medicinas tradicionales
A partir de 1983, siguiendo la recomendaciones de la OMS, comencé a promover de la recuperación y el fortalecimiento de los sistemas de salud propios entre las comunidades indígenas, en el departamento de Madre de Dios, en la selva sureste del Perú. Era entonces administrador de un albergue eocológico que tenía firmado un convenio con el ministerio de agricultura para adminstrar una pequeña área de conservación, conocida entonces como la Zona Reservada de Tambopata. En 1985, dejé mi trabajo con el albergue Explorer’s Inn y comencé a trabajar con la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes -FENAMAD, desde la implementación de un proyecto de aplicación de la medicina tradicional, conocido entonces como AMETRA 2001. En 1991, junto con un grupo de amigos -un médico, un antropólogo y una bióloga, con quienes habíamos conformado un grupo de trabajo llamado Seri-consultores, realizamos un trabajo importante, que fue presentado ante las autoridades de salud como «Diagnóstico situacional de salud en las comunidades indígenas de la Reserva de Biósfera del Manú», y en el cual se recalcaba, de nuevo, la importancia para las comunidades indígenas de buscar formas de revitalizar sus sistemas de salud propios, evaluando lo que desde su punto de vista era necesario o importante integrar de la otra medicina llamada occidental. Desde entonces y hasta ahora he sido y siempre seré una de las personas convencidas que la mejor manera de abordar el tema de salud entre los pueblos indígenas es desde la recuperación y el fortalecimiento de sus propios sistemas de salud, intimamente vinculados a sus sistemas culturales, espirituales, de educación propios y desde el manejo propio de sus territorios.
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El mensaje del Corona virus para la Amazonía
Al preguntarme qué es lo que de todo esto quedó, hoy veo que la propuesta de recuperación y fortalecimiento de los sistemas indígenas de salud propios vuelve a ser considerada más seriamente por los pueblos indígenas frente a la amenaza del covid-19. Digo esto porque los resultados de estos procesos de reafirmación cultural a lo largo de los últimos 35 años no han logrado los resultados que muchos esperabamos, desde la autodeterminación y la apropiación de los pueblos indígenas para lograr su autonomía. Esto es, entre otras razones, porque los pueblos indígenas no han podido romper con las cadenas asimilacionistas impuestas por los diferentes gobiernos de turno, lo que ha reprimido la creación de programas de salud, de educación, de economía, de justicia y de gobierno propios. ¿Será que la actual crisis sanitaria les ofrece una nueva oportunidad para hacerlo? ¿No será que este es el momento de luchar nuevamente para retomar la propuesta de la «salud propia»? ¿No será que para los pueblos indígenas kichwa de Pastaza es el momento de volver a retomar seriamente lo que proponía el Plan Amazanga en 1992?..
Epílogo
«Puede parecer algo inconveniente de proyectarse en la post-crisis mientras el personal de salud está, como se dice, «en el frente de la batalla», que millones de personas han perdido su empleo, que muchas familias en duelo no pueden siquiera entrerrar a sus muertos. Empero, es ahora que debemos luchar para que la anunciada reanudación de las actividades económicas, una vez que pase la crisis, no nos devuelva al mismo regimen contra el cual tratabamos hasta aquí, un tanto en vano, de luchar«. (Bruno Latour)
Esperamos que estas primeras reflexiones que compartimos, las puedan retomar los pueblos y comunidades indígenas de toda la Amazonía y, en la tranquilidad de su «retiro voluntario», vuelvan a retomar lo que soñaron algunos de sus grandes pensadores y líderes. Así como lo dice Pakayaku: «…su lucha, su vida, su cultura y su fuerza«.