Con los proyectos, más allá de lo que hacemos en el terreno, lo que a menudo resulta ser más interesante es lo que pasa detrás del telón y del escenario del proyecto. Hacemos cosas, y otras cosas pasan, que generan otras cosas, y así sucesivamente. Finalmente, nuestros proyectos se vinculan con otros proyectos, personales o colectivos, en un proceso continuo de reapropiación y de recreación.
El proyecto para mí comenzó con un encuentro en la selva del Ucayali, en Perú, en 1982. Fue con un chamán indígena que me introdujo al mundo de las plantas medicinales.
“El conocimiento de mi pueblo se está perdiendo”, me dijo.
Un año más tarde, estaba trabajando en la región Madre de Dios, en la Amazonia sureste del Perú. Seguían resonando en mí las palabras del chamán. Me preguntaba “qué hacer” para detener estos procesos de erosión biocultural. Pasaron unos dos años más para encaminar una primera respuesta a esa pregunta. Así es como en 1985 se dio inicio al proyecto AMETRA 2001 (Aplicación de la Medicina Tradicional) con los pueblos indígenas de la cuenca del río Madre de Dios, para que la gente recuperara la confianza en su propia medicina que se estaba perdiendo.
En esos tiempos éramos pioneros. Hacía poco que la Organización Mundial de la Salud había reconocido oficialmente la importancia de las medicinas tradicionales y lanzado su meta de “Salud para Todos en el año 2000”. Éramos jóvenes entonces y el año 2000 parecía lejos todavía.
Hoy, 30 años después, con el proyecto Sacha Warmi Muskuy, seguimos buscando respuestas a las mismas preguntas, ahora en la Amazonia ecuatoriana. ¿Cómo hacer para que, en el medio de tantos cambios y tanto caos, la cultura y la naturaleza de los pueblos indígenas no tengan que desaparecer? Para que se entienda más porqué hay que cuidar a los bosques, para que ellos nos cuiden a nosotros. ¿Qué y cómo hacer para que los jóvenes sigan con las tradiciones de sus padres, para que no se rompa el hilo que los une en un destino común? Y para que el Estado reconozca de verdad la existencia y la labor de aquellos hombres y mujeres que aun llevan el conocimiento y la sabiduría para cuidar la salud y la vida de sus pueblos y sus territorios.
Recientemente decidimos que ya era tiempo de constituirnos formalmente en una organización reconocida por el Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador, para nuestro trabajo tener más visibilidad, más impacto y recibir más apoyo. Nuestra organización está conformada por mujeres y hombres – mitad indígena, mitad occidental. Trabajamos con grupos de mujeres ceramistas, de parteras y jóvenes, incentivando la retransmisión del conocimiento tradicional entre ellos. Brindamos asesoramiento al proyecto de medicina ancestral de la organización indígena Alianza Ceibo. Buscamos cómo garantizar la participación de los pueblos indígenas en los beneficios que se deriven de la utilización de la biodiversidad. Esto es, entre otras actividades y, en resumen, lo que hacemos, poniendo nuestro conocimiento al servicio de aquellas personas y comunidades interesadas en compartir su visión con la nuestra.
Han pasado 35 años desde que encontré con el chamán indígena del Ucayali. Hoy, debo decir que es difícil saber en qué situación está la medicina tradicional indígena. Algunos pueblos piensan, “ahora que está la medicina occidental, no necesitamos la medicina tradicional”. El drama para ellos, es que están perdiendo su medicina propia sin que esta pérdida sea compensada por los servicios de la medicina occidental.
Los proyectos van y vienen. Nadie puede decir a ciencia cierta si lo que haremos resultará o no. Siempre soplan vientos que influyen y cambian las cosas. A pesar de toda la incertidumbre que rodea estos escenarios, seguimos motivando y apoyando a la gente de la Amazonia para que no pierda aquella sabiduría que ha sido su principal fuente de salud. Seguro que también puede beneficiar mucho de la medicina occidental. Y por eso también, le recordamos a la medicina occidental su compromiso de reconocer, valorar y apoyar las medicinas tradicionales indígenas; y que acepte de considerar la posibilidad de la existencia de lo invisible, pues el
mundo se lo agradecerá siempre.